miércoles, 30 de noviembre de 2011

Desde el dintel de una sonrisa

Lejano el umbral de la armonía,
viviendo de espaldas al recuerdo,
el olvido es un cauce de río abandonado
que desangra sus estrías en trémulos colores.

La falta de visión obnubila los cristales de la frente
y el lenguaje se oscurece tras el rastro de la huella;
ya nada es igual, el fruto está caduco,
el camino aparece aventado de cenizas.

Solamente el eco amigo de tu nombre
es espiga que de crecer no cesa,
que me pide con hambre y sed olerte
y besar el espejo donde brillan tus esmaltes.

Así te diriges a mí,
impregnando el rosa de tus labios en mi sueño
desde el abierto dintel de una sonrisa.

*Andros

El hábito que viste la memoria

Como siento apagarse lentamente
tu estrella en la distancia,
he vuelto a imaginarte
en este amanecer de lilas mustias
con los callados ojos de un eclipse
y un suspiro doblado entre los labios.

Es difícil caer en el olvido,
como difícil es
degustar el sabor de la hora exacta
cuando la mente cabalga sin tiempo
para frenar la bala
disparada por atávicos deseos.

Por eso estás en mí,
porque eres aire y sol, calor y frío,
el hábito que viste la memoria
cada vez que ésta descubre
lo imposible de alcanzar tus coordenadas.

*Andros

lunes, 28 de noviembre de 2011

El sabor de las caricias

En la mañana viva,
con la luz abriendo el vientre de las aguas,
la paz se hierve entre latidos del paisaje
y en la tímida mudez de una mirada abierta.

Siempre brota una chispa transparente
nacida de la punta de los dedos
irrumpiendo entre gotas de silencio.

Es la caricia inquieta
sabedora de encuentros y de fugas,
próvida a disolver los motivos sumergidos
de cualquier alejamiento.

La caricia , aurora boreal,
se levanta más allá de donde el llanto clava sus espinas,
y se desliza por todos los rincones de la piel
para bordar los vestidos de los sueños.

El inexorable paso del tiempo
verá días poblados de zafiros y laureles
y noches como embudos cuando la soledad se asienta,
mas elevada sobre el dintel de la ternura
siempre habrá una caricia, pudorosamente azul,
dispuesta a iluminar los torcidos reflejos de las sombras.

Su sabor, como égloga amorosa,
es canto que florece del cortejo de las manos.                                                                    
*Andros.

El rostro y sus huellas

Me dicen que no río,
que no soy ni la sombra de mí mismo,
que tengo la voz muda
y un puñado de sal en los bolsillos
para dar de comer a las palomas.

Y yo, que siempre tuve mano abierta
al reposo de blandos novilunios,
los ojos como soles
siempre en el ecuador de la ternura,
no abandono los ecos de la ausencia:
Se me secó una rosa
del rosal que cuidé con gran esmero.

Por eso vivo en medio de la niebla
y mi verso cautivo del dolor
lleva impresas las huellas de su rostro.

Por eso, con el decir de mis manos
se desgranan los sueños más amargos.

*Andros

viernes, 25 de noviembre de 2011

Voz al aire

 La voz da vida a la palabra
con el gesto que nace de las manos,
la suave mirada de los ojos
y el lenguaje musical de los suspiros.

Libre de temor consigue deslizarse
entre espinas de fiebres y espejismos
a lomos de su conciencia irreductible
por el desconocido sendero
donde el llanto y la risa
lucen su brillo como espejos.

Siempre acompañada de su sombra,
segura de sí misma,
se prende entre las rejas del silencio
dejando resbalar gota a gota
la dulzura que brota de su eco.

Y si acaso se enquista entre cantiles
fustigada por el hielo de su soledad,
no desnuda su pálpito armonioso
ni repliega el nítido horizonte
al confín de su mudez.

La voz sólo duerme, sólo espera
que redoblen sus campanas a rebato.

*Andros

jueves, 24 de noviembre de 2011

El gran valor de lo sencillo

                                                                                                                                                                                     
                                                                                                                                                                                                   
                           A José Manuel  Sáiz, compañero de letras,
                            estandarte de sencillez y bonhomía.                                                                                                                                                                                


No es fácil, no,
no es fácil calibrar el valor de lo sencillo,
de sentir la hermosura transversal de su color
escondida en el vientre del verso jubiloso.

Sería necesario enhebrar todos sus ecos,
sus destellos de luz
sin posar siquiera una brizna de carmín
sobre la raíz que enciende las estrellas,
para saber como entre guirnaldas de raso
se desborda tanta gracia seductora.

No es fácil, no,
querer arder París sembrando el rojo de las rosas
sin que el rostro que busca ser espejo
delate el mensaje falaz de su perfil.

Y es que más allá del constelado pensamiento,
de la vaga ensoñación que perdura firme y en vigilia
en el ocelado relieve de la voz,
está la noble intimidad derramándose en colores
esperando descifrar el guiño sutil que la palabra
nos concierta desde el sencillo equilibrio de su lluvia.

*Andros

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Amistad latente

                                               " Al amigo que derrama
                                                el cielo entre sus manos."

Libre como el viento te recuerdo,
distante en el espacio y cercano en el tiempo.

Solitario y sin fronteras.Tu rostro
va curtido de sol como el desierto
y de tu generosa mano nace
el ansiado pan que a muchos pobres
les sirve de sustento.

Mensajero de paz, con tu gran tino
apagas el furor del odio y de la envidia
llevado del amor que es tu semilla
y tu sed vigorosa de justicia
dibuja el perfil de tan hidalga dimensión.

Siempre estás con  presencia solidaria
siendo grito unas veces, otras silencio,
con una identidad incomparable
que expresa la altura de los vuelos
donde defines la razón de tu existencia.

Desde tanta dialéctica exultante
grabaste tu sello en mi conciencia
y aunque no lo pienses, ni lo creas,
eres fiel compañero en mi memoria
mesonero alegre que me acoge
cada vez que el indomable insomnio
me lleva fatigado hasta tu puerta.

Es por eso que vuelas a mi pecho
como un acordeón de golondrinas.
*Andros

martes, 22 de noviembre de 2011

Donde nacen nuestras aguas

Nunca mueren los besos de una madre,
sus caricias bordadas de ternura,
su mirada sin par, su donosura,
sus desvelos cuidando nuestro sueño.

Una madre es como el mar, flor de olas,
de su rostro azulado fiel espejo,
callada y hacendosa en su vivir,
penélope en su celo
por tejer con amor toda su obra.

En su norte descansan para siempre
las espumas del ansia reprimida,
las hieles del agravio
y un enorme repertorio de escollos
que le hacen caer y levantarse.

Siempre atenta, reflejo del afecto,
su voz inconfundible
despierta la conciencia en los vacíos
y al verla sonreir con diligencia,
de su balcón de armiños
trasciende la blancura su cariño.

Qué suerte tuve, suerte de ser hijo
y beber de las fuentes de mi madre.

*Andros

lunes, 21 de noviembre de 2011

Viaje de regreso

Qué no lluevan promesas de nirvana,
qué no me digan más,
qué sólo se descuelguen las guadañas
para segar el ínclito rastrojo.

El tiempo pasa.En ruta, las sombras
enmascaran la faz de los escollos
derramando vestigios de indolencia,
y aunque no necesito los sentidos
para sufrir la sed
las ansias de salvar lo acontecido
disparan sus alarmas en la frente.

Incapaz de presentirme,
con un frío glacial entre las manos
al abrazo no me doy,
y al buscar la conciencia entre los muros
donde anidan golondrinas
sólo hallo túneles de confusión.

Es así, entre labios reprimidos,
como el sol que llamea se alebresta.

Tal vez sueñe, volver sobre mis pasos.

*Andros

domingo, 20 de noviembre de 2011

Cuando brillan las vidrieras


Porque he cruzado campos de silencio
cuando todo era bruma en la mañana;
porque varado el gozo
sólo vi llover sal sobre mis hombros,
el cuerpo se me antoja un arenal
donde el invierno vierte sus aljibes.

Árido huésped de la incertidumbre,
mis letras se refugian en voz baja
sobre sirtes que brillan
espejos de desolación y miedo
en un repliegue de ecos amarillos.

Pero libélula de amor sin nido,
no diré adiós al canto de los cisnes
ni a la sombra del árbol que lamenta
el llanto de sus hojas.

Viviré como pájaro despierto
esquivando recodos y crepúsculos
hasta alcanzar el vuelo de mi eclipse.

Y dejaré de ser una vidriera
donde lucen estrellas de agonía.

*Andros

Sin amarras

El silencio de los labios, es hielo
que enfría las conciencias
cuando éstas se esconden bajo el miedo.

Entonces, amarrados entre inercias
de rejas y cerrojos,
los tímidos mensajes que se fraguan
se tornan convergentes
al fluir por sus rostros de azurita
esteros de indolencia.

Así, jamás se alcanza la verdad.

Y es que si la voz no emerge del fondo
donde se hibernan sueños de marfil,
el lenguaje que enciende los costados
mutila sus razones para siempre.

Sólo el clamor del verbo desanclado
ayuda a liberar las servidumbres.

*Andros

sábado, 19 de noviembre de 2011

Mujer, sé tú misma

 

                                     Mujer, que tu rostro nunca brille
                                     amordazado por las sombras.
                                   

Estas frías paredes, desnudas,
que ayer coronaban verde hiedra,
son testigos mudos del cantar
que rompió con su grito los silencios
vividos en tu largo cautiverio.

Aunque atrás quedaron horas muertas
-pesado lastre en tu equipaje-
que ahogaron sueños en el fango,
las ansias de vivir con equilibrio
rompieron tu temor sin anularte.

Algo hay en tí que excita y que complace.

Tu interior, lleno de amor y suficiencia,
desvela horizontes de ternura
cada vez que te fluye la palabra
más allá del lógico albedrío.

¡Qué dulce es tu presencia, ángel libre,
al abrir tu frente pensativa!.
Ya eres dueña de tu suerte.Todo en ti
emana el gozo de tu luz recóndita.

Serás siempre el espejo de ti misma:
soporte altivo, flor abierta al beso,
bucle azul del mar que tanto amas,
piedra que labra su honra mientras duerme,
mano amiga extendida al Universo...

El vigor con que tornaste es historia
que se asienta en tu amplia simetría.
Vivirás sin lazos, sin cadenas,
sin las manos yertas del desprecio
clavadas en el rostro de tu aurora.

Por eso, siempre abierto a tus latidos,
condecoras la faz de mis cuadernas.

*Andros

viernes, 18 de noviembre de 2011

El amargo sabor de la derrota

Con gula anegada en almíbares helados
los sueños del destierro que me asolan
son asíntotas de amor persiguiendo labios ondulantes.

Tras ellos voy,
tras el ingrávido rostro nebuloso que me llama,
en busca de las claves del enigma metafísico
donde habita esclavizado el silábico equilibrio.

De ahí que la palabra vele armas
resistiendo el lejano alcance de su vuelo,
de ahí que la memoria pierda su áurea capa de frescura
con el roce medular de su trágico silencio.

En esta encrucijada de vaivenes la voz me sangra sin destino,
y la sed de alcanzar lo inalcanzable
me condena a los abismos del insomnio
a pesar de tener la puerta abierta al lirismo de los mitos.

Los párpados se cierran , se enjaulan los pájaros rosados
que buscaban sin pudor el límite exacto de su meta
y los labios ajados, nacidos para el beso,
son cráteres lunares perdidos en las grutas del deseo.

Todo me vence , se me aleja.

Hasta la vena rebosante en el tibor callado del costado
ya no late:
Es humo sin alas que yace prisionera.

*Andros

Los temores y el instinto

Ahogado en el estrecho puño de la nada,
-espejo de un latido en la negrura-
el necio temor que mana del instinto
deshace el equilibrio y enciende las alertas
en el aliento que discurre
por las vertientes del reposo que no llega.

Al perderse la calma
los almíbares esconden todos sus secretos
en las anillas del silencio,
y el blanco de la carne viste luto
donde brillan los rumores de la angustia.

Con la voz temblando en la garganta,
el miedo a caer en el abismo
acrecienta la sed en el cuerpo enfebrecido,
y las ansias de alcanzar las barreras del horizonte
le mantiene en un sopor de enjauladas espirales.

Si el temor y la zozobra cubren de lodo nuestros sueños,
si el morado pretende ser color en nuestro pecho,
lo mejor es revolverse,
rugir como un felino ahuyentando el fatalismo.

Así las borrascas más oscuras, sus rescoldos,
despojarán sus velos de amargura
hartas de bregar a ciegas.

*Andros