Lejano el umbral de la armonía,
viviendo de espaldas al recuerdo,
el olvido es un cauce de río abandonado
que desangra sus estrías en trémulos colores.
La falta de visión obnubila los cristales de la frente
y el lenguaje se oscurece tras el rastro de la huella;
ya nada es igual, el fruto está caduco,
el camino aparece aventado de cenizas.
Solamente el eco amigo de tu nombre
es espiga que de crecer no cesa,
que me pide con hambre y sed olerte
y besar el espejo donde brillan tus esmaltes.
Así te diriges a mí,
impregnando el rosa de tus labios en mi sueño
desde el abierto dintel de una sonrisa.
*Andros