viernes, 31 de julio de 2015

Me ha llovido un ángel



Para Diego, mi nieto,
luz que halla su salida en la memoria,
frenético latido que al corazón convoca.


He tenido el lenguaje recluido
en el claustro remoto de la frente
hasta que una nube de arabescos
alumbró con sus ráfagas de trenes
la linterna del negro pensamiento.

Un querubín, leve como un pájaro,
bajó del Paraíso hasta mis brazos
ensamblando la luz de su sonrisa
con mi corazón transformado en isla.

Ahora, circunscrito el otoño,
una brisa pasea nuestros labios
y allá donde reposan las miradas
se dibujan corales de alegría.

Somos el fruto de la misma sangre
condensada en ojos de una foto,
el abrazo que borra el fatalismo
desde el cénit de una ola de sueños
embridada en axiomas de nostalgia.

Tu llegada, tras un latir de arpas,
rompe la mudez de mis labios secos
y hasta el verso, mordido por la niebla,
abandona el fanal del ostracismo
para seguir la huella de tus pasos.

Por eso pintas verde mi perfil
y tus ojos son flor de mi silencio.

*Andros (28/02/2010)