domingo, 2 de agosto de 2015

De pez a anfibio o morir en el intento


Los ojos de pez proliferan en las inercias
como arma de contagio inevitable
donde vierte su sed la crueldad de la mordaza.

Nadar contra corriente supone tal esfuerzo
que la falta de oxígeno enardece las sombras
mientras la luz, la añorada luz de los escorzos
esconde sus ansias en los límites del sueño.

La longevidad crece en un río sin orillas
y el seco leño consume su fecundidad
entre los excrementos de halcones amarillos.

Desde el alminar de la obediencia, los empeños
sólo muestran en su faz la voz de la ceguera
y en estas sucias aguas se ahogan los anfibios
como víctimas eunucas  presas de parálisis.

Y ya no quedan más que madejas de lamentos
títeres ciegos entre apocalipsis de miedos.

*Andros 

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