lunes, 27 de mayo de 2013

En el teatro de la vida

 
Después de tantos años
rescatándome del vértigo ardiente
que concluye en el frío de las manos,
he vuelto a convertirme
en el tallo de hojas verdes
donde posan su luz los ademanes.

Es verdad, no parezco
ya la imagen del hombre contra el mundo
ni mis sueños se nutren
con éxtasis de mitos alienados
incapaces de intuir
el poso donde fraguan las historias.

Sólo soy un actor,
pero eso sí, actor de sienes blancas
cuajadas en la cruel dicotomía
de ser ángel en vuelo
o quinto jinete del apocalipsis.

En mis ojos, espejos de un naufragio,
ahora pueden verse
la flor de los oráculos,
el insomnio larvado por la angustia
y el grave escalofrío
que aventa sus pavesas
reposando entre nubes de sudarios.

Y así voy, mostrándome
sensible, sin aristas, sin enigmas,
con la mirada fija en el tiempo que se escapa.

*Andros

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