martes, 28 de mayo de 2013

Entre pulsos y distancias

 
Desde el profano ardor de la vejez,
con la memoria a cuestas,
se encienden las arterias
hasta llegar al rojo de la frente
para calmar la sed de los declives.

Es tiempo de añoranzas,
de regresos en círculo al lenguaje
que fuese cobertizo
donde la ingravidez de las promesas
guardaba sus pecados veniales.

Es hora de que el polvo que nos cubre
deje ver en el brillo de los ojos
las raíces del alma,
el canto inaudible del pensamiento
y el acre raciocinio
que vibra en el tudel de las gargantas.

En esta encrucijada de deseos
es bueno preguntarse
si el pulso y la distancia
fueron manantiales ilegibles
que sellaron la voz de nuestras sienes.

Porque al final del túnel,
sólo entre mosaicos y caravanas
puede verse el color de cada huella.

*Andros

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