Nunca supe bien de ti, nunca supe
del porqué de tus límites y ansias.
Siempre quisiste llenar tus manos
con la savia por donde navegan los escollos,
asir las bridas del desasosiego
que cerradas a nuevos horizontes
axfisiaban los vuelos de tu horóscopo.
Vivías entre luces amarillas
salpicadas por tintes de huracanes
y de tu frente-preso refugio de la infancia-
sólo sobrevenían las sales del agravio.
Ahora que despiertan mis desvelos
sigo sin presentirte a tus espaldas;
con tus fugas conviertes mis sueños de palomas
en arenas movedizas de curvos girasoles.
Y es que siempre esquivas mis alientos
ahogándolos lejos de tu singular pistilo.
*Andros
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