jueves, 27 de febrero de 2014

Con las manos abiertas


Abierta está mi soledad
al abrazo sincero que desborda
su brillo de cristal sobre el cirio
apagado de la frente,
y a servir de guía a la ceguera
que desliza sus pasos vacilantes
sin dejar de ser grito y silencio.

Llevo conmigo la fe firme del cedro
y el amor colgante de los sauces,
en los ojos me llamea la conciencia
y en las manos, cual paloma mensajera,
las humildes marcas de la paz
con su color insobornable.

Quiero ser juglar y peregrino,
espejo que traspase los umbrales,
luz que se abre al infinito,
fina lluvia que riegue de dulzor
los áridos silencios del paisaje.

Es tanto el deseo de querer
que sueño amando,
y al volver al camino del recuerdo
un racimo suspirado de ternura
que enciende los zafiros desolados
desde el arca cautiva de mi pecho,
por el aire va rodando.

Las ansias de vivir sin frustraciones
no rayan los espejos de este vuelo
que anida sus desnudos ademanes
sobre el lecho que sostiene
las palabras que corren por los labios.

Así, bajo el azul de fulgentes celosías,
sonríe la intimidad de mi roca
abrazada al corsé de las auroras.

*Andros

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