miércoles, 5 de febrero de 2014

Como la vida misma





Como una perla cultivada, como una perla
que se abre entre cantos de gorjeos
se derrama la mullida savia de una madre.

Cual pájaro que bebe de la fuente
para calmar su sed de dromedario,
con brazos cruzados y latidos en los labios,
modela cada hijo el bancal de sus perfiles
con el aliento colgado de su pecho.

Ella, entre ramos de suspiros y claveles,
con los sueños a cuestas, eleva su figura
poniendo siempre paz a las tormentas.

Y en las noches de dolor, cuando aprieta el insomnio,
cuando el corazón herido busca su reposo,
su voluntad de piedra apaga las ausencias
sembrando con sus nardos las hoces del camino.

Incólume a las dentelladas del calendario,
deshaciendo hielos, es fácil reconocerla
en las claras aguas donde brillan los armiños.

Ni siquiera la sombra de la muerte
consigue que anochezcan sus pupilas.

Sólo calla, sólo pinta lienzos de tristeza
cuando el hijo nacido de su vientre
la olvida entre las dunas de un lóbrego silencio.

*Andros








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