martes, 26 de mayo de 2015

La voz y su concierto

 
Bien sé yo que los dos somos frutos del olvido,
que somos escolleras azotes de aquilones
en un mar rebosante de duda y contubernio,
pero también sé que nuestra fe de gavilanes
curtida entre ruletas de aguas bravas
nos hará vigías ante el cerco que no cesa.

Yo sé que me dijiste entre aludes de ojos claros
que no bastan manos blancas para ser feliz,
que la alquimia entre labios es flor de girasol
y que por eso abrimos el pecho a las estatuas.

Es verdad, no hay respuesta que cierre las preguntas
que caen al vacío mientras la pesadumbre
hace solitarios con los buitres del agravio.

Para llegar a vivir en aras del concierto
es preciso que el gesto y la palabra
coincidan en sus pasos y sus huellas.

Sólo así, bajo el lienzo remoto del deseo,
podremos ordenar las razones de la frente.

*Andros

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