martes, 5 de noviembre de 2013

El beso y su vuelo


Hay veces que un beso no es nada:
la gota insinuada de un frío simulacro,
el mensaje falaz de un espejismo,
la firme voluntad sin pulso
que hace sonar el clarín de la añoranza
buscando abrillantar los espejos de su eclipse.

Otras veces un beso es más que mil palabras:
la sutil convergencia del flujo de dos ríos,
un injerto florido de pasión entre vidas paralelas,
el ignoto collar de amatistas de la luna
que hará fulgir las hojas del ocaso
para no morir jamás con sed de luz.

Un beso es inequívoca señal
del fuego que discurre por las venas,
del aria triste, suspiro de un juglar,
inspirada al contemplar un rosal de flores secas.

Al besar se disparan los instintos venatorios
y el costado se flagela al sentir la fuga de sus alas.

*Andros

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