Me dicen que no río,
que no soy ni la sombra de mí mismo,
que tengo la voz muda
y un puñado de sal en los bolsillos
para dar de comer a las palomas.
Y yo, que siempre tuve mano abierta
al reposo de blandos novilunios,
los ojos como soles
siempre en el ecuador de la ternura,
no abandono los ecos de la ausencia:
Se me secó una rosa
del rosal que cuidé con gran esmero.
Por eso vivo en medio de la niebla
y mi verso cautivo del dolor
lleva impresas las huellas de su rostro.
Por eso, con el decir de mis manos
se desgranan los sueños más amargos.
*Andros
Que sentido José Luis, que homenaje más dulce y hermoso a tu rosa. No te quepa ninguna duda, que esa rosa sigue brotando por ti, en su nuevo jardín. Un abrazo poeta.
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