viernes, 30 de diciembre de 2011

Los placeres del lauro



He gozado junto a ti los placeres del lauro,
del pálpito caliente, cobijo de la fronda
que protege los términos del amor prohibido.

Pude comprobar en la búsqueda de lo ignoto
como pueden saldarse los empeños
cuando se transita con el vértigo en la boca
hasta el río alejado de las nupcias.

Siempre como racimos de levaduras blancas,
tuvimos por espejo la voz de la argamasa
y en las puntas del vórtice doliente
vibraron al compás nuestras pestañas.

Ahora sin el rostro en la cresta de la espuma
no hay dolo que conculque la palabra
ni gesto que mitigue el color de nuestros fósiles;
los acordes que orientan viejas brújulas
remontan sus idilios sin rastro de zozobras.

Para latir como hacen los oboes
nuestros pulsos se bordan con ecos de concordia.

*Andros

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