jueves, 28 de febrero de 2013

Las ojivas del tránsito (I)


                        I
                                   
                                            Blanca fuiste, blanca nube
                                            dejando atrás del vértigo su sombra.

                   
En el vientre callado de la noche,
huyendo del insomnio que no cesa
se gestan las urgencias de los vuelos,
el lúbrico aguacero,
la excentricidad cósmica del ansia.

Desde esta plataforma de iceberes
propende la eyaculación del verbo
en leves oleadas de cansancio
y en el grito que cuelga de los labios
la razón aparece asesinada.

Viajero de ocasión, el pensamiento
comulga con el fuego del espíritu
para abordar el ámbito
que separa el látigo en la espalda
del llanto donde hierve el desengaño.

Qué indolente se yergue la aventura
del  cautiverio amargo
si en el pecho con rostro de bengalas
sólo hierven instintos
que aposentan hormigas de nostalgia.

Igual que nunca duerme el corazón
en su latir convulso,
asomadas a las ojivas del tránsito
se descalzan estrellas
alumbrando enjambres de poemas.

Exhausta dimensión la de la noche
que arrastra sus zapatos hasta el alba.

*Andros

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