sábado, 7 de enero de 2012

Tras el párpado caído


 En el íntimo estuario de mi lecho
entre un enjambre de sueños poblados de centellas
me rocé con el hueco vacío de la ausencia.

Una cálida avalancha de rumores
coronada de blancos alquiceles
sacudió levemente la red de mis arterias
como una caracola que se agita
rezumando sístoles de paz en los oídos.

Ante esta abierta ensoñación de hiedras y cristales,
entre curvas de árticas sirenas,
me ardieron las ansias de tenerte entre los brazos
más allá de la incólume imagen
evadida del párpado caído.

Pero no estabas junto a mí,
en tus vitrales no brillaba el nácar
ni se escuchaba el pulso encendido de tu dicha.

Sólo desde los flancos de las sombras,
en las márgenes más profundas de la frente
se podían atisbar las lunas de tus ojos.

Así me vaga la sed de este espejismo,
como una vela que espera el fuego de la llama
para derretir el témpano de su etílica nostalgia
en un crisol precipitado de luces y palabras.

*Andros

No hay comentarios:

Publicar un comentario