Bien sé yo que para contar mi historia
necesito del aliento
que late en los recuerdos,
del secreto que reposa bajo piedra
y del claro pensamiento
aturdido por el peso del natural instinto.
También sé, que en tan ardua espera
se me llenan los bolsillos
de la prisa envuelta entre caprichos
porque el ansia de escapar de lo anodino
es miel que me alimenta
en las largas horas de insomnio ante las velas.
Como el noble sentimiento
viste transparencias de callada nieve,
jamás aprendí el lenguaje de cuchillos
y por eso los temores al fracaso
no podrán reposar entre mis letras.
Si el azar fuese fruto del destino
y el destino vistiera las alas de mi sello,
-tahúr de la ruleta-
dejaría abandonada la caja de caudales
en las manos del tiempo lapidado.
Mas no ha lugar.
Los enigmas larvados en la sombra
verán la luz tras vencer las tentaciones de la huída.
*Andros