martes, 24 de diciembre de 2013

Letal indiferencia


                       A un gran corazón, ninguna ingratitud lo cierra,
                            ninguna indiferencia lo cansa. 
                                                                       (León Tolstói)

Entre tanto gesto insolidario
no existe mirada más esquiva y lacerante
que la de la muda indiferencia.

Vivir en ese clima de nubes laberínticas
más cerca de la sal que del vino mulso,
donde la soledad harta de describir órbitas vacías
se enrosca en los sarmientos de su sufrida suerte,
es vivir respirando el polvo letal del fatalismo
en la arena incombustible del silencio.

Silencio y soledad, soledad y silencio,
pálidas burbujas de estériles nostalgias,
cadáveres insomnes de soles en medio de la niebla
que atados al recuerdo infecundo de sus noches
desangran la sed de sus espejos indolentes
en el cauce de sus vomitivas gárgolas.

Así camina el hombre tras los talones de la angustia.

Así se desliza por el afilado borde de sus sombras interiores
en un soliloquio permanente de marañas
a la espera de que el límpido lenguaje del amor
le rescate de la fiebre que llaga su declive.

*Andros

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