martes, 6 de marzo de 2012

El precio de la vida


Nada nuevo resplandece bajo el Sol.
Ni el mar, ni la tierra, ni tampoco
la palabra del verso bien nacido
son espejos que abren los silencios
del aire que se pliega a su reposo.

Ni siquiera la luna, ni las estrellas
que oscilan en las noches como péndulos
son capaces de alumbrar las inquietudes
de unos tímidos ojos que se cierran
para borrar las sombras que les ciegan.

Así se zurce el paño de la vida
para aquéllos que están solos por dentro,
transitando los pies entre guijarros,
asomados los sueños y deseos
al mórbido dintel de la esperanza,
cansados de buscar sus propias huellas.

Sólo el amor-maná impenitente-
servirá de alimento en el destierro
a todos los mortales peregrinos
que consumen cada día su existir
como esclavos que cruzan el desierto.

¡Qué panorama impenetrable al descanso
late en los huecos de este laberinto!

Se estrecha el cerco, se aprieta el nudo
que axfisia sin cesar la dignidad,
y un hondo misterio va enraizando
los desdenes que sacuden el olvido.

Es el precio que a veces se paga por vivir.

*Andros

No hay comentarios:

Publicar un comentario