lunes, 5 de marzo de 2012

Entre latidos


Ya no hace falta que me hables
con encajes bordados de elocuencia.
No, ya no necesitas balbucir ruborizada
que tu ciego amor por mí
es la luz que da brillo a las estrellas.

Los desnudos vidrios de tus ojos,
con su pleamar de sueños,
centellean en los arcos de mis sienes
con mensajes tan vibrantes
que ni el grito hambriento del coyote
ni el llanto ahogado de un cautivo
definen mejor el vigor de su lenguaje.

Tal vez por eso
entre tú y yo no es necesario
vestir de rosas el silencio,
ni convertir los ecos de nostalgia
en los sueños volados de una nube,
porque allá donde se cruzan las miradas
se nos funden los caminos
y sólo una voz alienta el aire:
La voz que late en nuestros pechos.

*Andros

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