domingo, 11 de marzo de 2012

Ensoñación


Tu pecho me hace de almohada,
de pañuelo cuando tengo ojeras negras,
de tierra caliente que se esponja
con mieles escondidas
tras el ardiente embozo de tu carne.

Llenas de pasión, vacías de sombras,
las febriles horas de la noche
tras haber perdido el pulso,
dejan paso con ritmos oscilantes
al ansiado gozo, que seguro de saberte
abre la jaula de todos tus enigmas.

Y así te quedas
abrazando el silencio entre suspiros,
desnuda, con los ojos ausentados,
transparente como el vidrio que refleja
la imagen trasvasada de una esfinge
labrada en porcelana.

En esta atmósfera sutil
me veo anudado a tu cintura
con las manos abiertas como un delta
buscando las sinuosas simas
de aquéllo que dicen que es pecado,
entre arrullos y jadeos,
para trazar los surcos del olvidado paraíso.

Y tú, torneada como un cisne,
navegas entre sueños espectrales
buscando suicidarte entre mis labios.

*Andros.

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