lunes, 23 de abril de 2012

Un hombre nuevo


 
Tanto tiempo entre labios apagados
doblando las esquinas de la nada,
olvidado del mundo
sobre ascuas de dolor fosilizado,
me hicieron comprender lo inevitable.

Se fueron derritiendo los silencios
al paso, sin remedio,
compartiendo el martirio de las horas
con los sueños azules
y el nudo en la garganta del recuerdo.

Un negro devenir hecho jirones
brotaba desde el centro de mí mismo
ahogando lentamente los deseos,
que buscaban su aliento
en las fuentes cegadas del instinto.

Pero nadie abandona en su cabeza
el viento de los ecos
ni el ansia venatoria de la carne.

Por eso he conseguido regresarme
con todos los matices
al lugar donde funden iceberes,
donde el amor es grito
y no tiene cabida el desencanto.

Bajo este mirador de rosas blancas
sucumbe el celibato
gestado en el crisol de las ausencias
mientras el canto agónico
fluye su sed de nuevos parlamentos.

Sin fugas ni distancias
la elegía se viste de risas y de luces.

*Andros

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