martes, 3 de abril de 2012

Verdes añoranzas


     
Qué largas son las noches del invierno
envueltas de añoranzas,
si el cuerpo que se anuda a sus instintos
se viste con la quietud de la roca.

Cómo flota en la magia de los sueños
el idilio secreto de sus ecos
esperando que un galope de amazonas
alcance locamente con su danza
el placer de llegarse a sus ijares.

El delicado roce de las sábanas
enardece la piel
al recordar el baile de las manos
sobre el ansiado vientre
donde arden de pasión los humedales.

Al darme a los abrazos con acento,
la brújula falaz del onirismo
me conduce hasta el norte de unos ojos
evadidos de un bosque de esmeraldas.

Y así me veo, persiguiendo ausencias,
apostado en la sombra de una vela
como el canto de un pájaro sin voz.

Sólo en la sístole del reloj que nunca duerme
cobran luz mis cifrados espejismos.

*Andros.

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