domingo, 26 de enero de 2014

Horas de vigilia



La noche precipita sus burbujas
de letras muertas con desasosiego,
como un glaciar de cieno
que atraviesa la puerta de los iris
con sus negros puñales de azabache.

Me brotan las ausencias
en los blandos latidos de las manos
si al darme a tu aliento no te respiro.

Se me agita el reloj del equilibrio
con ciega rebeldía
porque murió la luz
donde ardían las liras de los sueños.

Mis manos, cúpulas de sal y llanto,
arañan las estrellas
que bordaron tus íntimos deseos
porque todas las ansias
que biselan las cruces de nostalgia
se alfombran de sutil melancolía.

Y así sigo, alma mía,
atado a los grilletes del recuerdo
como un globo sin aire,
creciéndome la angustia en tu silencio
al hollarme las sienes,
leso, deshabitado,
errante tras el quicio de tus ojos,
entre sombras labrando mi desierto.

*Andros


































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